Mi Bestia, la ópera prima de la directora colombiana Camila Beltrán, explora temas ya conocidos en el cine de terror: la adolescencia, el despertar sexual y los miedos asociados al cuerpo cambiante. La película intenta fusionar el terror con el drama psicológico, con un trasfondo de violencia de género, pero a pesar de sus intenciones, no consigue diferenciarse lo suficiente de otros filmes del género.

La historia sigue a Mila, una joven de 13 años que vive en un pueblo en los años 90, justo cuando se desata el rumor de una criatura que secuestra chicas jóvenes. A pesar de las advertencias de su familia, Mila se siente atraída por la libertad de la noche, encontrando en las calles y en un incipiente romance una vía de escape frente a los peligros que la acechan.

Con una duración de 75 minutos, Mi Bestia utiliza una estética retro, imitando el aspecto de los videos caseros de los 90, lo que ayuda a camuflar su bajo presupuesto. Sin embargo, a pesar de su estilo visual y las claras influencias de clásicos como Carrie, la película no logra generar la tensión ni el impacto emocional que prometía. Lo que podría haber sido una fábula inquietante sobre la adolescencia y el peligro, termina siendo una película que se queda a medio camino, sin alcanzar la fuerza de sus referentes.

En resumen, Mi Bestia es un intento fallido que, aunque tiene algunas ideas atractivas, no logra ejecutarlas con la potencia necesaria para dejar una marca en el género.

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