Michel Franco tiene un estilo muy particular, capaz de adentrarse en los rincones más íntimos de la psique humana sin necesidad de artificios. Memory es otra muestra de su talento para contar historias que se sienten crudas, honestas y profundamente humanas. Y si a eso le sumamos a una Jessica Chastain en estado de gracia, el resultado es una película que enamora con su guion y emociona con cada mirada, cada silencio y cada palabra medida.

La historia nos sumerge en la vida de Sylvia, una mujer con un pasado marcado por cicatrices invisibles, que se cruza con un hombre que también carga con su propia mochila emocional. Lo que podría haber sido un drama convencional se convierte en algo mucho más especial gracias a la sensibilidad con la que Franco construye sus personajes. Aquí no hay subrayados ni golpes de efecto baratos, solo una exploración sincera de la memoria, el trauma y la posibilidad de conectar con otro ser humano cuando todo parece roto.

Por supuesto, gran parte del peso recae en Jessica Chastain, que sigue demostrando por qué es una de las actrices más fascinantes de su generación. Su interpretación es delicada pero poderosa, llena de matices que hacen que cada gesto cuente. La química con Peter Sarsgaard es otro de los grandes aciertos de la película, logrando una relación que se siente auténtica y conmovedora sin caer en el sentimentalismo fácil.

Memory es una película hermosa en su sencillez, que deja huella sin necesidad de grandes discursos ni giros dramáticos forzados. Su guion es una maravilla de precisión y emoción contenida, y su historia, aunque agridulce, se queda grabada en la mente mucho después de los créditos. Michel Franco firma aquí una de sus obras más accesibles y emotivas, y con Chastain como alma de la película, el resultado es simplemente inolvidable.

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