Mr. K es una película que promete mucho, pero que desafortunadamente se pierde en un exceso de surrealismo y extravagancia. La premisa es interesante: un mago itinerante llega a un hotel extraño y perturbador, donde la realidad se desdibuja y lo absurdo se convierte en la norma. Sin embargo, lo que comienza como una exploración intrigante de la mente humana y de lo grotesco, termina convirtiéndose en un caos visual y narrativo.

Crispin Glover, con su característico estilo, intenta sostener la película sobre sus hombros, pero incluso su excéntrica interpretación no logra salvarla del desastre. El actor aporta carisma y una energía peculiar a su personaje, pero queda sepultado bajo una avalancha de imágenes surrealistas y situaciones desconcertantes.

La película cuenta con una estética visual llamativa y original, pero el exceso de elementos visuales y la falta de cohesión narrativa terminan por saturar al espectador. El tramo final, en particular, resulta excesivamente onírico y desconectado de la realidad, dejando al espectador con más preguntas que respuestas.

Si bien Mr. K tiene buenas ideas y algunos momentos brillantes, la excesiva experimentación la convierte en una película difícil de digerir. Es una obra que busca provocar al espectador, pero que en última instancia termina dejando un sabor agridulce.

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